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Ciudadanos, política y cambio climático

Sobre el blog

Jose Luis Soler Martinez
Empresario. Director General de Imabe do Brasil Ltda. , Fundador de Grupo Oceánica Maroc, Turalter, Srl. , Technoymar Soluciones, S.L. y Ecowater Technologies, S.L. Ecowater Innova/Zequanox en Europa y América Latina
  • Ciudadanos, política y cambio climático

Los ciudadanos delegamos, voluntariamente, el poder que nos confieren las Constituciones, escritas o no, en los representantes políticos y en la confianza de que estos representantes, tratarán de gestionar ese poder emanante del pueblo, para alcanzar, entre otros fines, el mayor grado de bienestar y de justicia social posible, cuando juran o prometen cumplir con sus obligaciones, al tomar posesión del cargo. Aunque parezca ingenua esta afirmación, dentro de su simplicidad es, en términos prácticos, objeto de controversia.

Esta fórmula de compromiso y lealtad, es activada dentro de un marco solemne, es la que hace suponer a los ciudadanos y así ha sido durante siglos que, aquellos que fueron designados para ejercer la representatividad del pueblo, cumplirán fielmente con sus obligaciones.

Confiados en que este precepto, soportado y avalado por los diferentes estamentos del Estado se llevara a efecto, los ciudadanos nos dedicamos a ejercer el papel que nos toca. Es decir, sortear y tratar de vencer los mil y un obstáculos que el cotidiano nos presenta, en la confianza de que nuestros gestores políticos, al menos, reducirán, facilitarán o mejorarán nuestras condiciones de vida para que podamos seguir ejerciendo con nuestro rol, en el juego democrático.

Según los estudiosos del asunto, cada uno de nosotros recibimos entre 3.000 y 5.000 mensajes diariamente producidos por terceros, sin contar aquellos otros que percibimos sin necesidad de tener a mano una valla publicitaria, Internet, un aparato de radio, de televisión, un periódico o una revista.

En los últimos años, los mensajes dirigidos a informar sobre el estado de la naturaleza y efectos del cambio del clima, se han incrementado de tal forma, que los espacios y soportes especializados en esta materia representa más del 30% de los contenidos del mass media, No hay día, por una vía u otra, en que no recibamos noticias inquietantes y muy desalentadoras en relación a catástrofes naturales, aumento de la temperatura del globo, la contaminación de los océanos, incendios forestales, etc.

En los últimos años, los mensajes dirigidos a informar sobre el estado de la naturaleza y efectos del cambio del clima, se han incrementado hasta representar más del 30% de los contenidos del mass media

Si dedicamos un poco de atención a contrastar el contenido de la información publicada, con lo que percibimos como medidas para contrarrestar, paliar o minimizar las consecuencias de estas situaciones, observamos que algo no encaja. Se nos antoja a alguien intentando, con un balde, recoger el caudal de las cataratas del Niágara.

Por el contrario, si a alguno de nosotros se le ocurre o intenta conocer las razones de este desajuste, se introducirá en un entramado laberíntico que culminará con la entrada en un tobogán que, además de producirnos vértigo, se habrá deslizado hasta un nivel de confusión y desasosiego mayor.

Cuando somos testigos “ojipláticos” de un caso grave originado dentro del universo del poder y que afecta a millones de personas, al mismo tiempo que se produce un proceso de implosión del fenómeno, se inicia una campaña de información en sentido contrario. Quiero decir, que los resortes “que nos protegen para que el pánico no cunda”, se activan y como el chorro del géiser, tras unos minutos de aparecer con su estruendo y fuerza habitual, va perdiendo fuerza y acaba por desaparecer por el mismo agujero por el que apareció.

¿Qué tipos de episodios por causas naturales o que afecten el medio ambiente, son generadores de pánico en la humanidad? Catástrofes naturales, tales como terremotos, grandes inundaciones, devastadores incendios, pandemias o el deshielo de los polos, son asuntos que, tras el primer y sorpresivo efecto de noticia y la natural reacción popular y por ende de nuestros gestores políticos, como ocurre con el géiser, acaba por ser engullido y solapado en aras al proceloso deber de seguir viviendo. El consuelo que nos abriga es que la imprevisibilidad de un nuevo acontecimiento similar, produce un efecto balsámico que nos permite asumir el hecho como una fatal casualidad, en un estado de semi inconsciencia colectiva.

¿Qué son, dónde se encuentran, por qué se producen? Miramos a nuestro alrededor y desconcertados, señalamos en todas direcciones. Tantas direcciones, como efectos alarmantes percibimos.

Sin embargo, otros fenómenos ocurren, tal vez menos visibles y no por ello menos dañinos. Persistentes y contumaces, los causantes de la degradación de la naturaleza, actúan bajo diversas apariencias. Un pack de frutas del supermercado, una lata de conservas, un par de calcetines, el café aromático para llevar de una cafetería, un gel de baño, un frigorífico, un detergente, una manzana, una botella de agua mineral. Así podemos continuar detallando objetos, productos y utensilios hasta el hartazgo.

Somos nosotros. Cada uno de nosotros los que formamos parte del ciclo. Observamos el problema desde un palco como cuando asistimos a un concierto o a la ópera ignorando que la obra es posible porque existe la audiencia.

Pero nosotros ya no somos nosotros. Hemos delegado nuestra responsabilidad y esto nos libra del cargo.

Incapaces de mirarnos y aceptar de que nuestra forma de entender la vida, los valores que realmente importan y la interrelación con nuestros semejantes, no va en la dirección correcta. Permitimos a nuestros legítimos representantes que piloten la nave y corrijan el rumbo hacia nuestro devenir y el destino de nuestros hijos, por una senda que nos conduce a un futuro incierto y lleno de interrogantes.

¿Pero cómo es posible que, sin cambiar el sentido de nuestros actos y comportamientos en relación a hábitos que atentan nuestros soportes vitales y que de forma automática llamamos el Medio Ambiente, instemos a nuestros líderes que mantengan una actitud coherente con una realidad que ignoramos, a sabiendas que vamos de cabeza al precipicio?

La historia nos presenta ejemplos de cómo la humanidad o gran parte de ella, ha seguido determinados preceptos gracias al liderazgo de sus mentores

En los últimos años, se han invertido los papeles. Ahora, ante la manifiesta incapacidad y falta de acuerdo entre los líderes políticos, la patata caliente es devuelta a la ciudadanía. Como en otros episodios de la historia, es el pueblo quien debe indicarle a los líderes el camino a seguir. Parece que la solución está en las calles.

La historia nos presenta ejemplos de cómo la humanidad o gran parte de ella, ha seguido determinados preceptos gracias al liderazgo de sus mentores. ¿Qué son sino las religiones? Un conjunto de preceptos, con el objetivo de alcanzar una meta. Abraham, Jesús, Mahoma, Zoroastro, Buda, por citar algunos, en tiempos pretéritos, consiguieron que esto ocurriera.

Mas recientemente, personajes como Gandhi, Mandela, Martin Luther King, Che Guevara, cuyos mensajes han sido oídos y seguidos por millones de seres humanos y cuyos objetivos eran alcanzar la justicia social, la paz, o la libertad ante un régimen opresor e injusto

El efecto de su influencia ha conseguido que millones de personas adoptarán modelos y estilo de vida acorde con los mensajes que enviaron. Paz, amor, justicia, igualdad, derechos, libertad, son algunos de los elementos nucleares de estos mensajes.

¿Por qué un discurso de Nelson Mandela hizo reflexionar y conmover a millones de personas en cualquier parte del mundo y una noticia de que los polos se están derritiendo, o que los plásticos están matando los océanos, no produce el mismo efecto?

¿Es equiparable el efecto que produce en las personas un mensaje de los lideres anteriormente aludidos, con los líderes que hoy ejercen el control de nuestro mundo? Rotundamente no.

¿Que los hace diferentes? ¿Por qué hoy las personas no se conmueven con sus líderes? Si comparamos los objetivos, las trayectorias humanas y políticas de aquellos que hicieron cambiar el mundo, en muchos aspectos, con la de los líderes actuales y junto a la pléyade de “asesores y estrategas”, sería como establecer la comparativa de un Stradivarius y un didjeridú.

Si el efecto que provoca en los ciudadanos las decisiones adoptadas, o la falta de ellas, por la mayoría de líderes políticos actuales, es la falta de confianza, nulas expectativas de futuro podemos esperar cuando se reúnan nuevamente en un cónclave político, sea para tratar del clima, del comercio o de derechos de las personas.

¿Acaso tendremos que recordar  a los líderes políticos que, compatibilizar la defensa de los derechos y el bienestar de las personas, con el respeto a las leyes de la Naturaleza, la Egolatría y la Estupidez, haciendo un pequeño esfuerzo, podría ser factible?